El origen de la técnica con ventosas como terapia curativa, se pierde en la antigüedad. Se remonta más de 3000 antes de Cristo.
Comenzando con el gesto de chupar sobre la picadura de un insecto o la aplicación de cuernos huecos previamente calentados. Hasta la más modernas y con gran precisión se ha pasado por diferentes experiencias que demuestran la eficacia de las ventosas.
Existen tantos registros sobre esta técnica como lugares hay en el mundo. Aunque son originarias de la antigua China, en Europa las introdujeron los Árabes.
En obras de la Dinastía Jin (265-420) se encuentran detalladas las aplicaciones de uso. Los egipcios la usaron y Galeno e Hipócrates fueron grandes defensores de sus numerosos beneficios.
Con la aplicación de las ventosas producimos varios efectos a la vez:
Reactivamos la circulación sanguínea en la zona, produciendo alivio.
Sacamos hacia afuera la sangre estancada (más oscura) hacia el torrente linfático obligando a sangre nueva, limpia y llena de nutrientes y de oxígeno entre en el músculo.
Limpiamos la zona de radicales libres y de sustancias tóxicas.